Rubén Martínez Villena fue uno de los luchadores revolucionarios más importantes de su época. Al frente del Partido Comunista Cubano combatió a la tiranía machadista hasta su muerte.
La tuberculosis lo ató a esa cama que sabía a final. Lo vistió de neblinas, de toses, de murmullos en rojo que salían de la boca. Y fue haciendo desaparecer el ímpetu de hombre firme. Le consumió el alma, todas las fuerzas, todas las pupilas insomnes y los sueños, y hasta los poemas, las letras… todo. Rubén Martínez Villena no era más que palidez. La llama revolucionaria terminó por apagar su voz el 16 de enero de 1934.
“Tu vida tendrá luz plena de mediodía”, le dijo Máximo Gómez cuando Rubén tenía apenas 3 años. Y así fue. Su luz se desbordó porque no cabía en tan poco espacio y fue a llenar las fuerzas de la insurrección, fue, plena y enérgica, a encender los fuegos contra los gobiernos títeres. Los años 20 de la Cuba neocolonial fueron escenario de combate invariable para Villena.
Su vinculación al gabinete del Doctor Don Fernando Ortiz, le abonó el espíritu antiimperialista y su compromiso por la emancipación cubana. Rubén se paseaba por las calles de La Habana con un sombrero de pajilla al que teñía de carmelita como protesta por los altos precios del artículo. Era abogado de profesión, pero el periodismo fue un arma muy efectiva para combatir al sistema que subyugaba a la Isla. La revista “Evolución” fue la primera en albergar la conciencia y razones de sus artículos. La poesía fue otro de los grandes talentos de Rubén, pero fue capaz de renunciar a ella para dedicarse por completo a la insurrección revolucionaria.
Funda y dirige diferentes revistas y así mantuvo otro frente de combate a base de pluma y pensamiento. “Venezuela Libre” y “América Libre” fueron algunas de ellas que fungieron bajo el lema de: «Por la unión interpopular americana. Contra el imperialismo capitalista, a favor de los pueblos oprimidos y por la revolución de los espíritus. En 1926 redacta el folleto “Cuba, factoría yanqui”, inmejorable artículo donde describe toda la situación de miseria y explotación en la que el gobierno norteamericano tenía sumida a Cuba desde inicios de la República.
La Protesta de los Trece, en reproche a la venta fraudulenta del Convento de Santa Clara bajo la aprobación del presidente Alfredo Zayas, fue liderada por Villena, y fue una de las acciones más representativas de la etapa. Después pasó a integrar organizaciones como la Falange de Acción Revolucionaria, el Grupo Minorista y el Movimiento de Veteranos y Patriotas, desde donde continuó su combate inquebrantable contra las lacras republicanas.
El año 1925 marcó el inicio de su madurez política al crear junto a Carlos Baliño, el primer Partido Comunista de Cuba. Debido a cada una las acciones insurreccionales de Villena, el gobierno de Antonio Machado lo coloca en la mira de sus fusiles, calificado como adversario permanente. Luego del asesinato de Julio A. Mella por el propio dictador, le corresponde a Rubén organizar la primera Huelga política que se sucede en la historia de Cuba.
Y entonces sus pulmones insistieron en hacerlo desfallecer, pero se aferró fuerte a la cama, y fue capaz de preparar y dirigir esta huelga. El 12 de agosto de 1933 cae Machado.
Un año más tarde, se disipa el cuerpo de este genial revolucionario, pero su energía se disgregó en cada hombre que, más tarde siguió su ejemplo. En uno de sus poemas “Presagio de la burla final”, escribió:
Yo tengo la absoluta seguridad que un día
Cuando ya no me resten fuerzas para marchar,
Cruzará mi camino la verdadera vía
Orientada a la gloria que pude conquistar.
En ella estará todo: (alguien que me quería,
Mi ensueño, mi destino, mi gozo y mi pesar;
La vocación ignota). ¡Oh, ruta que era mía!…
¡Y ya será muy tarde para poder andar!
Entonces, abrumado bajo mi propio ocaso,
Ante la burla horrenda que agrave mi fracaso,
Comprenderé lo inútil de todo lo que fui;
Me punzarán la frente recuerdos como abrojos,
Me tragaré la lengua, me cerraré los ojos,
¡y en un olvido largo me olvidaré de mi!