Baste decir Titán de Bronce y no hay dudas de a quién se alude. “Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. […] Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. […] No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su tema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda. Pero se pone un día el sol, y amanece al otro, y el primer fulgor da, por la ventana que mira al campo de Marte, sobre el guerrero que no durmió en toda la noche buscándole caminos a la patria. Su columna será él, jamás puñal suyo. Con el pensamiento la servirá, más aún que con el valor. Le son naturales el vigor y la grandeza”, afirmaría José Martí, otro cubano raigal, en artículo publicado en el Periódico Patria el 6 de octubre de 1893.
Son ya 180 años y la distancia temporal se hace corta porque, justo cuando las circunstancias son más adversas llega su ejemplo y entereza, dignidad y valor para decirnos que sí, que la lucha es valedera y por la total soberanía e independencia hay que continuar adelante.
Y no puede ser de otro modo; nos inspira el proceder de quien no dudó en hacer suyo el llamado de Carlos Manuel de Céspedes en la temprana fecha del 10 de octubre de 1868. Desde entonces, definió lo que sería su derrotero: servir a la Patria. Y así lo hizo.
Nada le fue regalado, cada mérito, cada grado hasta el de Lugarteniente General del Ejército Libertador lo conquistó con demostrada entereza en los campos de batalla; allí donde su genio militar y político brillaron, no para beneficio propio, sino para el bien de la Cuba amada.
Muchas y muy recias fueron las batallas protagonizadas por Antonio Maceo Grajales, hijo de león y leona, como también aseverara Martí. Quizás la conducción de la invasión de Oriente a Occidente y su postura firme ante el Pacto del Zanjón, sean dos de los momentos descollantes en su trayectoria independentista.

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Su concluyente “No nos entendemos” en respuesta a Martínez Campos y las huestes españolas en la conocida Protesta de Baraguá, es muestra fehaciente de su rectitud y apego a los más puros ideales de libertad. Convencido estaba de que nada bueno le esperaría a Cuba con una paz sin independencia, sin abolición total de la esclavitud, sin garantías para el cumplimiento por parte del Estado Español.
Han transcurrido 180 años desde aquel 14 de junio de 1845 en que vio la luz primera Antonio Maceo Grajales y la distancia temporal se hace añicos cuando tenemos la certeza de que está aquí y ahora.
¿Cómo definirlo más allá de su epíteto sempiterno? No pocos podrán ser los adjetivos; pero propongo estos: íntegro, digno y valiente.
Tomado del Periódico 5 de Septiembre.