La juventud cienfueguera, como la de todo el país, ha sido un resorte social ejemplar durante el ya largo tiempo de combate contra ese enemigo alevoso que es la COVID-19.

Según precisa la Unión de Jóvenes Comunistas en el territorio, son 14 los frentes objetivos en los cuales han sido protagonistas, como la producción de alimentos, la higienización, el Sistema de Atención a la Familia (SAF) y el auxilio en centros de aislamiento y en la peligrosa zona roja.

La labor en estos últimos sitios –de suma importancia en una provincia que es hoy la más complicada del país–, no tiene otro calificativo que el de excepcional. Cienfuegos halla en la voluntad, y en el amor de los muchachos de la zona roja, una poderosa reserva moral para resistir y vencer la mortal pandemia.

Los jóvenes que pasaron y los que permanecen en la línea frontal de la COVID-19 reclamaron hacerlo de forma personal; nadie les dijo que fueran allí, a exponerse. Dieron el paso por voluntad propia, porque entienden que en la suma de riesgos individuales está la salud del país.

Algunos han repetido hasta cuatro veces, como Randy Rodríguez Vega, quien ofreció sus valiosos servicios en el centro especializado ambulatorio de Cienfuegos, donde se encuentran hospitalizados, de los pacientes positivos, los más graves y vulnerables.

«Trabajamos en todo tipo de apoyo a la asistencia médica, repartiendo comida, fregando, limpiando, ayudando en los roperos», refiere Randy Rodríguez, patriota hecho y derecho.

Tanto a él como a sus jóvenes compañeros en esa zona roja, a cargo de labores disímiles, el tiempo apenas les alcanza para breves momentos de descanso.

Lisett Rodríguez Hernández, esposa de Randy, lo acompaña en la plausible misión. Ella cuenta que «por la mañana organizamos el trabajo y cumplimos cualquier tarea, porque el hospital está funcionando con una cantidad reducida de personal. Nos levantamos a las seis de la mañana y, en ocasiones, hemos estado en pie hasta la madrugada del día siguiente. Una noche tuvimos que ayudar en el traslado de pacientes fallecidos. Fue muy duro. A veces resulta muy difícil lidiar emocionalmente con todo esto».

Desde el 22 de enero pasado hasta la fecha, más de 30 brigadas de jóvenes cienfuegueros han brindado su aporte en la zona roja de esta institución. Entre esos nombres está el de Cristian Martínez Navarro, de apenas 19 años y estudiante de Periodismo en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas.

«Esta experiencia marca un antes y un después de cualquier persona, y deja huellas para toda la vida. He compartido sentimientos con pacientes y personal médico, he apreciado procederes; porque vivirlo acá dentro es otra cosa distinta a lo que se pueda imaginar. Te hace crecer como ser humano, aprender el verdadero y real valor de la vida, al apreciar todo cuanto se hace por salvar y sanar», valoró Cristian Martínez.

«En la zona roja todos somos iguales, nos medimos como seres humanos, independientemente de la función que cumplimos, desde las auxiliares de limpieza hasta los médicos o enfermeros, y esa ya es una buena razón para estar».

Por: Julio Martínez Molina

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