Una pequeña sala de la Escuela de enfermeras del Hospital Civil de Santiago de Cuba, se hizo epopeya en octubre de 1953. La construcción quizás no estaba preparada para escuchar la solidez de las palabras que contra ella se estrellarían. La joven voz del letrado Fidel Castro Ruz se proyectó ante el juzgado en una magistral oratoria. Esta fue el resultado de su alegato de autodefensa durante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada en julio del propio año.
“La Historia me Absolverá” se convirtió, rápidamente, en el Programa de la Revolución para su nueva etapa de lucha; pues allí quedaron bien determinadas las causas, objetivos, principios y métodos de combate para la nueva fase. Se transforma el alegato, además, en el factor determinante que convirtió en victoria estratégica el revés táctico del 26 de julio. Su importancia histórica se magnifica tanto en su proceso reconstructivo en el Presidio Modelo, como en el de su distribución clandestina; sumando más adeptos a la causa libertaria.
El manuscrito es ante todo un programa político, un documento doctrinal y con serias bases jurídicas. En él quedan bien explícitas las causas del fracaso de las acciones en Bayamo y Santiago de Cuba y se condenan, formalmente, los crímenes cometidos por la tiranía contra los moncadistas, así como las mentiras propagadas en torno al fracaso de los sucesos. En relación con esto último y ante la farsa de que el pueblo no había secundado al movimiento, el líder de la Revolución aseveró:
«Nunca había oído una afirmación tan ingenua, y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales».
Fidel también realiza un análisis de la realidad cubana de la época (en los órdenes económicos, políticos y sociales) proponiendo soluciones para los grandes problemas que laceraban a la sociedad.
Uno de los aspectos más trascendentales de “La Historia me Absolverá”, además del genial y nuevo concepto de pueblo que se ofrece, es el planteamiento de los seis problemas fundamentales (tierra, vivienda, salud, educación, desempleo e industrialización), y de las cinco leyes a implementar una vez logrado el triunfo revolucionario. Resumidas en:
- Devolver la soberanía y proclamar la Constitución de 1940.
- Conceder la propiedad intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios que ocupasen parcelas de tierra de cinco o menos caballerías (fomento de las cooperativas).
- Otorgar a los obreros y empleados el derecho de participar del treinta por ciento de las utilidades de las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras (incluyendo los centrales azucareros).
- Conceder a todos los colonos la participación del 55 por ciento del rendimiento de la caña y una cuota de 40 mil arrobas a todos los pequeños colonos.
- Confiscación de bienes a todos los malversadores (Reforma agraria, reforma integral de la enseñanza, nacionalización de los consorcios eléctrico y telefónico).
Aquel 16 de octubre de 1953, Fidel Castro no hizo ni una sola pausa durante las declaraciones. No llevaba consigo ni un papel, bolígrafo, un libro, nada. La pequeña sala se mantuvo siempre en silencio y unos soldados falsos, unos infames, trataron en vano de apresar la verdad que adentro reventaba las paredes.
Ya dictan sentencia. Fidel se despide de los presentes. Es la una y veinte de la tarde; de la tarde que cambió para siempre la suerte de todos los cubanos.