Este 19 de mayo se cumplen 130 años de la caída en combate de José Martí, el Héroe Nacional cuyo pensamiento y acción marcaron el camino hacia una Cuba libre. A pesar de su frágil salud -secuela de trabajos forzados en canteras durante el presidio político- y de su condición de intelectual, Martí no dudó en empuñar las armas cuando comprendió que la independencia requería el sacrificio de todos. Su decisión de incorporarse a la manigua redentora demostró que para los verdaderos revolucionarios, no hay obstáculo que impida cumplir con el deber patrio.
Martí no solo fue el organizador político de la Guerra Necesaria, sino también su arquitecto ideológico. Desde la fundación del Partido Revolucionario Cubano hasta su epistolario incansable, construyó las bases morales e intelectuales de una república “con todos y para el bien de todos”. Sus aportes a la pedagogía, al periodismo y la literatura estuvieron siempre al servicio de la causa independentista, convirtiendo cada verso y cada artículo en armas de combate contra el colonialismo.
En el campo de batalla de Dos Ríos, Martí demostró que su espíritu revolucionario era más fuerte que sus limitaciones físicas. Aquejado por dolores y enfermedades, insistió en cabalgar al frente de sus tropas, enseñando con el ejemplo que en la lucha por la libertad no hay lugar para medias tintas. Su caída no fue derrota, sino siembra: la semilla de la dignidad que florecería en la Revolución Cubana.
El legado martiano trasciende el ámbito independentista para iluminar todas las esferas de la vida nacional. Su concepción de la educación como herramienta de liberación, su visión de la cultura como expresión de identidad y su ética política basada en el servicio siguen siendo pilares de la sociedad cubana. Hoy, cuando el gobierno estadounidense intenta socavar las bases ideológicas y culturales más genuinas de la nación cubana, su pensamiento antiimperialista adquiere renovada vigencia.
El también Maestro enseñó que la verdadera revolución comienza por la transformación interior. Su coherencia entre el decir y el hacer, su capacidad de anteponer el deber al bienestar personal y su convicción inquebrantable son lecciones permanentes para las actuales generaciones. En tiempos de complejidades, su ejemplo nos recuerda que los principios no se negocian.
A 130 años de su caída, el Apóstol sigue siendo brújula moral de la Revolución y el Socialismo en Cuba. Su imagen no está confinada a monumentos, sino que vive en las aulas donde se forman nuevos patriotas, en los centros de producción donde se defiende la soberanía, en cada rincón donde se preserva la dignidad nacional frente a las agresiones imperialistas.
La mejor manera de honrar a Martí es continuar su obra. Defender la independencia conquistada, perfeccionar la justicia social y mantener viva la llama de la resistencia creativa son los desafíos que su legado nos plantea. Como él mismo advirtió: “Pueblo que se somete, perece”.
Hoy, cuando Cuba enfrenta nuevos desafíos, el Martí de todos y para el bien de todos los dignos, cabalga nuevamente junto a su pueblo. Su estrella sigue guiándonos hacia el futuro que soñó: una patria libre, soberana y socialista, donde -como él quería- “la ley primera sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Tomado del Periódico 5 de Septiembre.