“Ahora sí que ya os miro / cielo, tierra, sol, piedra, / como si viera mi propia carne. / Ya soy Todo: Unidad / de un cuerpo verdadero (…) / y hoy empieza a asentirse, / sin muerte ni vida, como rosa en presencia constante”.
Emilio Prados
La hora fue la del alba. Miles de hombres esperaron, con el pecho apretado contra los fusiles, el momento. Era el tiempo de vencer apostando todo, hasta la vida. Eran los instantes decisivos de una revolución que luchó demasiado por la soberanía. Ya Cienfuegos tenía escrito el plan sobre las nubes, no debía fallar, todo estaba dispuesto. Al amanecer, el jueves 5, en septiembre de 1957, la ciudad iba a revelarse contra el tirano.
Julio Camacho Aguilera y Dionisio San Román, jefes de la acción, entrarían en Cayo Loco a las 6:15 AM, luego que los complotados de la marina se apoderasen del Distrito tomando las postas acordadas. Así lo hicieron. Los combatientes acuartelados en distintos puntos de la ciudad irrumpieron en el Cayo sin dificultades y tomaron armas; a ellos se les fue sumando casi la totalidad de la marina.
De inmediato, decenas de combatientes del M-26-7, se dirigieron a la ciudad para cumplimentar el plan del alzamiento. Y en la medida que la noticia del motín fue conociéndose entre el pueblo, muchos hombres se presentaron en las puertas del Cayo pidiendo armas para combatir.
El apoyo popular fue decisivo y logró consolidar aún más las fuerzas contra las hordas batistianas. Gracias a ello se tomó la Unidad de la Policía Marítima, la Unidad de la Policía Nacional, y se capturaron y desarmaron decenas de soldados esbirros.
Pero una decisión de aplazamiento de las acciones, a última hora, dada por los altos mandos nacionales de la Marina, provocó que Cienfuegos se alzara sola, como un haz estridente, pero sola. El cambio de fechas no fue comunicado, motivo suficiente para augurar un posible e inminente fracaso de los planes.
Los altos jefes en la provincia no tardaron en darse cuenta del percance, y se crearon contradicciones entre ellos que tensaron aún más la ya rígida situación. San Román no aceptó las indicaciones de Camacho de adherirse al programa inicial: marchar hacia el Escambray para abrir un frente guerrillero. Entonces decidió contactar con otra unidad naval y abordó un guardacostas; fue apresado sin apenas salir de la bahía. Fue asesinado cruelmente tiempo después en la capital del país, pero jamás delató a ninguno de sus compañeros.
Las fuerzas tácticas del ejército no tardaron en caer sobre la ciudad. Para esa hora (12:00 PM) los combatientes del M-26-7 ya ocupaban los edificios más importantes del Parque Martí; y desde allí continuaron defendiendo la ciudad. Numerosos revolucionarios se retiraron en la medida que consideraron perentoria la derrota. Entre las 2:00 PM y las 3:00 PM, llegaron aviones ametrallando cuanto blanco encontraron, incluido Cayo Loco y distintos barrios cienfuegueros.
De un momento a otro, el Ejército rodeó todos los puntos tomados por los alzados. A partir de entonces fueron inútiles los intentos de Camacho de reforzar con nuevos hombres y municiones. Finalmente la tiranía recuperó Cayo Loco, cae la Jefatura de Policía Marítima y la Estación Nacional (a las 10:00 PM). Y aunque el pueblo continuó resistiendo en el Parque Martí, las fuerzas, poco a poco, cedieron ante la superioridad numérica. La mayoría de los combatientes fueron asesinados sin escrúpulos por los esbirros.
Los últimos focos de resistencia se apagaron durante el transcurso del día 6. Algunos combatientes lograron escapar de los soldados del Ejército, y refugiarse en numerosos hogares que abrieron sus puertas para salvar a los sublevados.
A pesar del fracaso táctico y militar de la hazaña, Cienfuegos fue como ese gran arcoíris que sale después de las tormentas. Sirvió de ejemplo eterno y demostró cuánto es capaz de hacer un pueblo cuando se le roba la libertad. Puso en alerta al tirano, y le anotó sobre el papel la cuenta regresiva de los días de su mandato. Cienfuegos fue grande, soportó en silencio a sus muertos, y martilló todas las cabezas de los esbirros.
El 5 de septiembre de 1957 es mucho más que una fecha, que un número al azar en un calendario de época, mucho más que un recuerdo o un mérito… es toda el alma abierta de par en par, es la seguridad plena de que a los Quijotes no se les apaga, ni se les subyuga, ni se les vence.