“A la prosa y al verso no se tiene derecho, sino para dar con ellas fuerza y fe” (José Martí, 1889 O. C. t12:299)
Describir las emociones que despierta en el ser humano una obra de arte es algo realmente difícil para quien no posea talento literario y sensibilidad profunda.
“La música de las bandas como un hada invisible: en las ciudades invita a la alegría, al perdón y al movimiento: en campaña, pone las armas en manos de los combatientes” (Cartas de Martí, La Nación de Buenos Aires, 1884 t4:383).
José Martí logró expresar con acierto lo que sentía cuando presenciaba una función de teatro y al disfrutar una obra plástica o literaria. Para corroborarlo basta recurrir a los conocidos versos de La Bailarina Española:
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Martí no solo se destacó como espectador y analista de las obras de arte. Él mismo fue un creador de obras literarias entre las cuales se destacan sus poesías, obras de teatro, artículos periodísticos y el epistolario. Entre las más difundidas se pueden citar:
- Abdala (obra de teatro, 1869)
- Adúltera (obra de teatro Primera parte, 1874).
- Ismaelillo (obra literaria, 1882)
- Amistad funesta (novela,1885)
- La edad de Oro (obra literaria, 1889)
- Versos sencillos (obra literaria,1891)
Como crítico dio a conocer su punto de vista: “Al juzgar obras de arte, hay que considerar el espíritu que las anima y la manera de expresarlo” (The Hour, Nueva York, 1880, t13, p471).
Asombra saber que el Apóstol, a pesar de su corta existencia y su quehacer permanente en la preparación de la “Guerra Necesaria”, tuvo tiempo para cultivar su alma, disfrutar, valorar y crear obras artísticas trascendentales, por lo que dejó una documentación de gran valor para los que hoy acudimos a sus obras y un ejemplo de abnegación digno de ser imitado por los que nos consideramos sus discípulos de hoy.